viernes, 10 de abril de 2015

A ese amor prohibido.

No puedo entender cómo escribir algo puede llegar a doler tanto. Porque me duele, me duele muchísimo, y vaya... llevaba mucho tiempo sin sentir esto.
Si es que alguna vez lo he sentido.
Ahora mismo estoy aquí, sentada, en silencio, respirando profundamente para mantener la calma y escuchando la lluvia. Esto es ridículo, es una tortura.
Me gustaría haber aprovechado más todos esos momentos juntos. Siempre te miraba con miedo, con vergüenza, como si fueras a desnudarme con la mirada, y cada vez que me decías algo bonito, simplemente me reía y apartaba la mirada. Ahora sé que todo eso merecía, mínimo, un beso. Pero ahora estoy demasiado lejos, y no solo por la distancia en kilómetros. 
Me gustaría demostrarte que pienso constantemente en ti, pero supongo que ya lo sabes. Sabes que si sólo pensara en mi, ahora mismo estaría en un tren, acortando la distancia entre tú y yo, y no aquí sentada escribiendo esto. Pero es que sé que a ti no te gustan esas cosas. No te gusta arriesgarte, ni que lo hagan por ti. Ni los sacrificios. Ni las cosas que luego podrían hacernos daño.
Soy demasiado impulsiva y romántica para alguien que solo está centrado en sus juegos. Pero voy a echarte de menos. Está siendo muy duro dejarte ir, y que no te sorprenda que alguna vez vuelva a hablarte, ojalá perdones la terrible necesidad que me invade de saber cómo estás, y querer abrazarte en la distancia. Y protegerte, aunque sepa que ya eres mayor para hacerlo tú solo.
Y... no sé a quién quiero engañar. Ojalá el destino vuelva a unirnos alguna vez. El destino, la vida, lo que sea, porque yo no puedo hacer mucho más, y tengo fe ciega en que, si tenemos que ser, seremos... 
Pero si tengo que echarte de menos durante toda mi vida... también lo haré.