jueves, 6 de diciembre de 2012

Hoy puede ser.

Este día me parece brillante, a pesar del cielo nublado.
Me parece cálido, a pesar del frío que hace que todos se queden dentro de sus casas.
Me parece acogedor, aunque no tenga a nadie que pueda abrazarme.
Me gustaría poder abrazarte, y espero no tener que esperar mucho para poder hacerlo.
Miro por la ventana, me gustaría que aparecieses de pronto, al final de la calle, y caminases hacia mí con una sonrisa en los labios.
Me gustaría abrazarte bajo la lluvia, bajo la nieve, bajo la niebla, siempre que haga frío, en cualquier lugar.
Me gustaría que tú estuvieses pensando lo mismo que yo ahora, que sonrieras igual que yo, y tal vez, que tuvieses el mismo miedo que tengo yo, ese miedo de perderlo todo por ti, y que después resulte ser un error.
Si sintieses eso, yo podría repararlo, podría hacer que dejases de sentirlo.
Podría hacerte feliz hasta que te cansases de sonreír, para que nunca más tuvieses que probar el sabor de tus lágrimas.
Con un beso, sabrías todo lo que he callado.


lunes, 3 de diciembre de 2012

Inevitable.

Es inevitable pensar en ti.
Es inevitable querer conocerte, soñarte despierta.
No saber controlar los latidos de mi corazón cuando escucho tu nombre.
Sonreír, fantasear, ilusionarme y luego morir, cada vez que me veo atrapada en la realidad.
Y aún así volver a soñar.
Inevitable es ver perfectos y encantadores cada uno de tus defectos.
A veces pienso, que cuando te envuelve un sentimiento, es imposible quitártelo de encima. 
Es imposible llevarle la contraria, es imposible no sentirlo.
Si está ahí, es por algo. Porque alguien lo ha querido.
Destino, llamadlo así, si queréis.
Pero a mi me gusta pensar que todo pasa por algo, y que después de ese algo, solamente está lo bueno, y se acaba el sufrimiento.
Me gusta pensar que todos tenemos algo preparado, así no me siento inútil.
Me gusta pensar que, algún día, todo este sufrimiento se me compensará de alguna manera.
Me gusta creer que tú eres mi felicidad personificada. 
Que, después de ti, me encontraré a mi misma, y combatiremos juntos los problemas, y así nunca más nos sentiremos solos, porque nos tendremos el uno al otro.
Me gusta pensar que no serás otra desilusión, que me corresponderás en cuerpo y alma.
Me gusta creer que me necesitas, que me estás buscando.
Me gustaría pensar en ti sabiendo que tú también piensas en mi en ese momento.
Me gusta creer que no existe alguien más perfectamente imperfecto que tú.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Renaces de mis cenizas.

Eres como un ave fénix que renace de mis cenizas.
Te siento así, dentro, aunque nunca me hayas tocado, ni nos hayamos mirado directamente a los ojos más de una vez.
Aunque nunca estés a menos de un metro de mi.
Siento tu fuerza, tu debilidad, tu ser, tu luz y tu sombra, día y noche, a todas horas.
Veo tu cara, la expresión de tus ojos la primera y única vez que nos miramos.
Esa conexión.
Oigo tu voz en todas partes, formas parte de cada pensamiento, de mi respiración.
Y es lo que siento, no lo exagero, escribo lo que quiero escribir y siento lo que quiero sentir, aunque tal vez no deba sentirlo.
Me gustas, me gusta sentirte, cerca, lejos, al lado, me da igual.
Me paras el tiempo, y eso me encanta. 
Porque solo quiero sentirte a ti.

Por Lena.

martes, 13 de noviembre de 2012

Recuerdo.

Hoy es uno de esos días, en los que, como creo que dije en la primera entrada que escribí en este blog: ``Pasaron las estaciones, los recuerdos con ellas volvían a mí´´.
Y es que hoy vuelve algún que otro recuerdo.
La verdad, es que no he entendido nunca por qué tienen que volver. Están en el pasado, jamás debería pensar en ellos, porque lo único que me producen es dolor, melancolía, impotencia o sufrimiento.
Incluso todos esos sentimientos mezclados. Creo que esos son los peores estados, las peores etapas por las que he pasado.
Recuerdo que era domingo y estaba nublado.
No llovió hasta que yo salí a la calle, como si las gotas de lluvia estuviesen esperando impacientes por mezclarse con mis lágrimas en un dulce y muerto silencio.
Esa tarde sólo oí los latidos de un corazón roto, y cómo la lluvia moría contra el suelo.
Todo lo demás era vacío y engaño. Decepción y soledad.
Me odiaba tanto a mi misma, que ahora, al recordarlo, me da hasta miedo.
Odiaba ese amor que sentía hacía él, que era extraño, pero incondicional: estaba por encima de todas las cosas.
Pensaba que jamás volvería a encontrar a alguien como él. Nunca más encontraría a alguien que me hiciese tanto daño y me quisiera tanto a la vez.
Y es que aún me gusta creer que él me quería.




Por Lena.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Aún recuerdo tu manera de marcharte.

Aún recuerdo tus últimas palabras.
Llovía. Era Domingo. 
No sonreías. Nunca había estado contigo tanto tiempo sin verte sonreír. Me mirabas con cierta tristeza en tus pequeños y dulces ojos castaños.
El corazón me latía exageradamente, en un intento inútil de pedirte que no te fueras, decirte que no había otra persona a la que pudiese querer más que a ti.
Pero abría la boca y en cuestión de unos segundos, volvía a cerrarla. No sabía qué decirte, sólo quería llorar.
No valía de nada preguntar si podías esperarme un poco más, suplicarte que te quedaras, decirte que la magia volvería, que sólo estábamos pasando por un mal momento. Es lo que tenía la distancia. Un tiempo más, y yo estaría contigo, ahí, para siempre.
Pero era un sueño inútil y yo misma lo sabía.
Recuerdo que no sonreías.
Recuerdo tu mirada, primero triste, luego indiferente.
Recuerdo tu voz cuando me dijiste que lo que sentías hacia mí se había ido apagando poco a poco.
Recuerdo que después de eso, solo oía el viento, sólo sentía la lluvia, solo veía cómo las hojas de los árboles bailaban con tristeza.
Y desde ese momento, sólo oigo, siento y veo eso. Cada día.
Pasaron las estaciones, los recuerdos con ellos volvían a mí. 
La primera vez que hablamos, el primer ''te quiero'', lo recordaba todo, y cada día me moría un poquito más por dentro.
Llegaban a mí los rumores y me decían que tú ya me habías olvidado, que para ti existían muchas chicas más, y ninguna de ellas tenía mi mirada.
Ojos azules de intrusa, marrones de falsa y verdes de encaprichada, pero ninguna tenía mis ojos negros de enamorada.
Me dolías en cada latido y cada vez que respiraba. Te pensaba con cada paso que daba, y cada vez que veía la luna en el cielo.
Me sentía vacía sin ti, te necesitaba más que a ninguna otra cosa para poder seguir respirando.
Pero tú no estabas.
Y cada vez que te pensaba, se hundía más la espada que me atravesaba el corazón.
Alguna vez, es cierto, intenté arrancarme esa espada, pero me producía muchísimo más dolor.
Esa noche, que volviste a hablarme, solamente para informarme de que la pasarías junto ella, pude leer tu nombre escrito con sangre en mis brazos.
Me odié a mi misma, me mutilé por dentro y por fuera, y no sonreí nunca más. Y todo por tu culpa. Porque apareciste en mi vida, porque me sonreíste ese día.
No deberías haberlo hecho nunca.
Hubiese preferido no sentir nada, a sentir que ya no puedo sentir nada, porque no te tengo.


Por Lena.